Necesito un minuto en la cama para concienciarme que es hora de levantarse, de afrontar un nuevo día.
La verdad es que no tengo muchas ganas de pegar ese brinco que nos empuja a todos a vivir lo que nos espera.
El día va a ser igual de aburrido que el anterior, o incluso más.
Desde hace tiempo que la monotonía y la rutina ha invadido mi esencia y realmente me agobia pensarlo.
No quiero otro día que sea levantarse, vestirse, tomar el café de por la mañana y mirar al espejo mi reflejo cada vez más marchito con la edad, diciéndome a gritos:
'Se te acaba el tiempo'.
'Se te acaba el tiempo'.
¿Y qué si se me acaba el tiempo? Hace tiempo que deje que el tiempo guiara mis pasos como una marioneta, pero sin hilos, que es lo que temo. Los hilos de una marioneta pueden liarse, tener problemas y desliarse a gusto cuando quieren, aunque sea muy complicado, pero una marioneta sin hilos, puede parecer que es independiente, pero sin hilos, ¿cómo se mueve?
Cojo mi maletín, es hora de irse a trabajar.
Lo mismo de todos los días. Meto la llave en el contacto del coche, este hace un sonido suave, para indicarme que esta listo para irnos y luego piso el acelerador. Tengo puesto los 40 Principales. Se oye una canción pegadiza que habla sobre decir adiós a los complejos, fuera los miedos, sé tu mismo, no te preocupes por los demás, si te quieren sabrán apoyarte, sé espontaneo, vuelve a ser amigo de la vida...
Me hace pensar. ¿Esto es lo que todo el mundo llama señal? La verdad es que la canción ha hecho que me sienta más liberada, un poco más en paz conmigo misma. Abro la ventanilla y saco la mano. También siento que la coleta me oprime, por tanto la dejo que salga volando por la ventanilla. No me siento cómoda tampoco con esta ropa.
Pantalones grises, una camisa negra, una chaqueta gris y unos tacones horribles de cuña.
He llegado a mi destino.
Aparco con cuidado en el aparcamiento de la empresa y me bajo del coche.
Abro el maletero, creo recordar que tengo ropa de cuando yo solía salir. Rebusco entre varios papeles y por fin encuentro una bolsa de 'Zara'.
El aparcamiento esta algo oscuro, por tanto me da igual cambiarme ahí en medio.
El pantalón gris lo reemplazo por un pantalón corto vaquero, la camisa negra por una blanca con varios adornos los tacones horribles por unos de esparto blancos e inmaculados y la chaqueta la tiró a la primera papelera que encuentro.
Me miró al reflejo de mi coche. ¿Quién es esa? Me quedo muy sorprendida, no es la misma chica que esta mañana me decía aquella estúpida frase. Ahora es alguien que me dice: 'Hora de marcharse'
No sé si hacerle caso, pero todo mi cuerpo lo suplica. ¿Quién soy yo para negarme?
Me subo de nuevo al coche, pero esta vez algo ha cambiado, estoy sonriendo.
Estoy en la carretera, he llamado al trabajo para decir que lo dejo, a mis amigos para decir que les quiero, a mis padres y mis hermanos para decirle que no se preocupen, que volveré y a mi misma para decirme que ahora es cuando hago lo correcto.
Un cartel me indica que estoy llegando al aeropuerto. ¿Destino? El que vea tentador.
Me bajó y cojo una pequeña maleta de viaje y mi bolso.
Las puertas del aeropuerto se abren ante mi. Llego al mostrador de mi compañía de viajes, la que usaba para viajar cuando trabajaba y en la que me conocen muy bien.
Le explico al chico que no voy de parte de la empresa, que la he dejado y le cuento un poco de que va todo.
El chico me mira expectante y se ríe, dice que es una locura y mira el ordenador. Me ofrece algunas ofertas de viaje para esta tarde, me lo pienso por un segundo. Quiero la tercera que ha dicho. Creo que París es un sitio tentador. Le digo que me parece perfecto, y que solo tienen asientos de primera clase, no le hago ninguna clase de reparos.
Llevo 6 horas y tres cuartos metidas en el avión. Estoy relajada, muy relajada. Me he llevado todo el viaje mirando por la ventanilla, mirando las nubes y pensando en todo lo que me he perdido y en como había acabado así.
Necesitaba un cambio, un pequeño cambio que me indicara que era hora de hacer lo que yo quería y no dejarme llevar por la monotonía. Siempre había pensado que lo correcto era hacer lo establecido, trabajar, casarse... Yo siempre había deseado trabajar, casarme y formar una familia, pero si no estaba a gusto con mis propias exigencias, no iba ha estar a gusto con nada más.
Despierto de mi ensoñación. El piloto acaba de informar que vamos a aterrizar.
La felicidad que buscaba durante mucho tiempo me inunda el cuerpo, que lo siento cálido y perfecto. La risa nerviosa embarga mi cara y mi respiración se acelera.
Por fin sé lo que quiero.
me gustaría hacer justo lo que narras , pero el valor me abandona; cuando la rutina nos invade y el astio se hace permanente en nustra vida dan ganas de correr y defifinitivamente el panorama al que invitas es tentador¡¡¡¡
ResponderEliminarlinda semana. un abrazo
El texto va cobrando más fuerza a medida que sigues leyendo, pero el final y esa foto son GENIALES.
ResponderEliminarMe ha encantado :)
Te sigo en tu aventura :)